Antes de empezar a leer este texto, te propongo un ejercicio. Tomá lápiz y papel, por favor:
Si te preguntara cuál es tu hobby o qué es aquello en lo que podés pasar horas y perder la noción del tiempo, ¿qué responderías?
¿Te costó contestar a esta pregunta? ¿Fue fácil? En unos minutos todo tendrá más sentido. Comencemos…
No hay nada como el verano en Argentina. Cada 21 de diciembre, si estás allá y encendés la tele, un famoso canal de televisión bajo el lema ¡Estalló el verano! transmite las primeras imágenes de turistas en la playa. Desde ese día y hasta casi principios de marzo, la TV muestra la misma escena: cientos de personas con sus sillas de playa, familias enteras con mate en mano y amigos jugando a la pelota en la arena. No tengo dudas: después del fútbol, esto es lo más cercano a la felicidad en mi país. Es como si de norte a sur, más de 46 millones de personas esperaran 364 días a que llegara este día.
Todos menos yo. Durante mucho años, no entendí esta escena. Es más, unas vacaciones familiares decidí quedarme en Buenos Aires porque me parecía demasiado aburrido que una pequeña porción del verano transcurriera de esta manera. Hasta que cumplí 40.
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En los últimos meses volví a recuperar mi hábito de lectura. En mi listado entró The Good Enough Job, un libro donde Simone Stolzoff, a través de historias reales y un poco de research, reflexiona sobre la problemática del trabajo como centro de nuestras vidas y el riesgo de asociar al extremo lo que hacemos con quiénes somos.
Si bien el libro pone el foco en la cultura norteamericana, su idea central atraviesa a todas las regiones. Stolzoff plantea que, cuando ponemos demasiado de nosotros en nuestro trabajo, dejamos de lado cosas que son igual de importantes, que aportan significado a nuestra vida y que nos ayudan a desarrollar otras identidades. La construcción de esas identidades, que son múltiples, es la que hace tengamos una relación mucho más saludable con el trabajo.
Nada que no supiéramos, ¿no?
Una de las historias del libro es de una chef que empezó a trabajar como practicante de un reconocido maestro de la cocina. Llegó a ser socia de él en uno de los mejores restaurantes y, de un día para el otro, quedó totalmente fuera del negocio que había sido su vida.
El relato es mucho más extenso, pero desde entonces, ella comienza a explorar hobbies y a dedicar tiempo a otras cosas para las cuales nunca había creado espacio. Al final de su relato, Stolzoff le pregunta sobre el mensaje que le gustaría dejar a otras personas. “Quiero recordarle a la gente que tienen que crear valor fuera del trabajo para protegerse a sí mismos”, dice ella.
Inspirada en el libro, decidí enviarle este mensaje a algunos amigos:
¿Qué era la felicidad para vos a los 20-30 años?
Obviamente una de las primeras cosas que me dijeron fue: “¡Qué pregunta! Muy profundo para un lunes, Romi”.
La primera respuesta fue la de Mafe:
- Ganarme una beca para estudiar afuera, tener un trabajo que me permitiera viajar mucho, vivir con poco más que el reconocimiento por lo que escribía (ojalá premios de periodismo también).
La de otro amigo:
- A los 25 mi prioridad era entrar a los medios (…) al 100%. A los 30 ya tenía hijos y mi prioridad estaba “más repartida”, entre familia y carrera.
Como ellos, en mis 20s yo también estaba convencida de que iba a poner gran parte de mis energías en mi profesión, en pensar y diagramar mi carrera. Quería tener buenas notas en la universidad porque eso me iba a permitir algún día postular a una beca. Pasé unos cuantos meses buscando mi primer trabajo porque sabía que si entraba a una empresa multinacional, iba a tener más posibilidades de desarrollarme profesionalmente. Estudié inglés, francés y viajaba cinco horas diarias (¡cinco!) porque vivía lejos de Capital Federal y allí estaban todas las oportunidades.
Agotador, ¿no?
Mamá ya lo había dicho: “Hijas, tienen que tener una carrera y ser independientes”. (Entre nosotros, a veces me pregunto cuán hondo caló esa frase en muchas de mis decisiones).
Luego de estar cuatro años en mi primer trabajo, llegó el momento del salto. Había logrado entrar a uno de los periódicos más importante del país y me fui a vivir sola. Puse un 250% de mis energías en lo laboral. Mal no me fue: me gustaba lo que hacía, trabajé en proyectos increíbles y con plumas con las que cualquier periodista joven desearía colaborar. Además pude viajar y conocer a personas con quienes no me habría encontrado de otra manera.
Es cierto que trabajaba y estudiaba, pero también salía con mis amigas o hacía otras cosas más pequeñas. Era ambiciosa y eso estaba bien.
Y claro, también me tomaba vacaciones. Sin embargo, es distinto hacer que ser otras cosas. La prueba es que nunca lograba relajarme.
En esos años, cada tanto me preguntaba cómo me imaginaba a los 40 o qué estaría haciendo a los 45. Creo que ha quedado claro que mi concepto de felicidad estaba muy ligado a mi éxito laboral.
En mis primeros escritos para Dos Tintas te conté que me tomó años encarar esta pausa. Una parte tenía que ver con la planificación, pero otra, muy grande y pesada, era el fantasma de que dejaba algo por lo que había trabajado e invertido una gran parte de mi vida. El “qué pasa si me doy cuenta de que no quiero volver o si intento volver” o “qué tal si no vuelvo a conseguir trabajo como periodista”, me aterraban.
Quizá lo que más susto me daba es que Romina era “Romina periodista” y no sabía cómo ser más allá de su trabajo. Era difícil tomar distancia de mi profesión y transformarla en “una cosa entre tantas en nuestro vida”.
Ahora, con un poco más de aire —ya estoy por cumplir un año desde el inicio de la pausa— mi carrera es importante y sigo teniendo ambición, pero he tomado la decisión consciente de introducir, poco a poco, otras pasiones. Ahora cuando tengo un día no tan bueno, ya no es tan malo, porque hay otras Rominas que conviven junto con la Romina que trabaja. Todas ellas lograron que empezara a ver al periodismo como lo que es: un trabajo. Un hermoso trabajo, pero un trabajo al fin.
¿Recuerdan el ejercicio al principio del texto? Si yo me hacía esta pregunta en mayo del año pasado, seguramente no hubiera podido responderla.
Antes de tomarme la pausa para ser más creativa y descansar, jamás había pensado detenidamente en lo problemático de no poder responder cuáles eran mis hobbies (o de dar respuestas en automático sin que realmente las hubiese interiorizado). Hoy, sin dudarlo ni cinco segundos, contestaría que Dos Tintas y la cocina son mis nuevas pasiones. Esas cosas que hacen que pierda la noción del tiempo.
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Te conté que, por años, no logré entender la escena de la playa en Argentina. ¿Sabés qué creo que me pasó? Que tenía una incapacidad enorme de visualizar otro concepto de felicidad por fuera de mi carrera. Veía a las vacaciones como un momento de descanso para prepararme para lo que venía, pero no verdaderamente como un momento para mí. Nunca podía estar en el presente o disfrutar de los tiempos de descanso, siempre vivía con un pie (y con la cabeza) en el futuro, pensando la próxima historia o el próximo paso. Quería tener hobbies, pero jamás había tiempo.
Hoy mi concepto de felicidad mutó. Si alguien me pregunta qué me hace fellz, lo primero que le diría es una combinación de cosas que cada vez son más mundanas: sentarme la tarde a escribir, mirar de repente por la ventana y ver que se hizo de noche sin que lo notara, pensar con Mafe lo que queremos para Dos Tintas, hacer caminatas “antilunes” para relajar luego de un largo día de trabajo.
Balancear el peso de mi trabajo con otras pasiones me ayudó a sacarle pesadez al periodismo. A entender que mi vida es mucho más que mi carrera.
¡Hasta el próximo jueves!
Hola Romi! Justo estoy atravesando algo similar. Puse una pausa (o un punto final) a mi carrera de abogada buscando algo más creativo. La mejor decisión. Estaba pensando en escribir sobre esto también asi que tu texto me da el empujón que necesitaba. Voy a seguir leyendo y esperando tus textos! Saludos
Qué lindo es leerte y saber que otras personas también pasan por lo mismo que yo 🙌🏼 Por mucho tiempo me definí por mi trabajo, hasta que fui madre jajaja ahí me di cuenta de que puedo ser y soy varias Emis a la vez y no necesariamente una sola, determinada por algo externo como un trabajo. Sigo intentando integrar todas mis facetas, pero no es fácil…
Mis hobbies: crochet, acuarelas y ahora pintar mandalas jaja
Gracias por compartir, siempre es un placer leerte/ leerlas 🩷 Abrazote