“Seguro que no quedo para la beca. Pensá que se presenta gente muy buena”
“Necesito prepararme más para aplicar a este puesto”
¿Alguna vez prestás atención a lo que te decís?
En 2018 me postulé a la beca Chevening para hacer una maestría en Reino Unido. Tardé entre tres y cinco años en aplicar.
Varias razones explican mi demora: debía mi tesina de grado –indispensable para mi título universitario– no me sentía segura y, lo que era aún más llamativo y terrible: me había creado una narrativa negativa sobre mis capacidades. En otras palabras, creía que no iba a ganar la beca y eso me frenó.
Año tras año, cada vez que abría la convocatoria, entraba a la página y salía del sitio. Hasta que un día me levanté y dije: “Listo. El año que viene me presento”. A mediados de 2017 empecé a trabajar en mi proyecto de tesina. Como con otras decisiones de mi vida, prefería cocinar todo sin decir mucho para no escuchar en loop el molesto “¿Y cómo vas con la tesis?” Y así fue como por tres meses me instalé con mi mate en la Biblioteca Nacional y dediqué todos los fines de semana y mi tiempo libre a eso. La historia terminó bien. Entregué mi tesina, me postulé y quedé.
En uno de los primeros días de mi pausa me topé con un posteo en LinkedIn que hablaba de Think Big; un libro donde Grace Lordan, economista de The London School of Economics, da una serie de recomendaciones sobre cómo construir la carrera que queremos. Los tips de Lordan no son de cualquier tipo. La autora lista una serie de pasos a seguir que se apoyan en investigación empírica del ámbito de las ciencias del comportamiento (behavioral sciences, en inglés), un campo que estudia la conducta humana para ayudar a las personas a tomar mejores decisiones.
Casi desde el principio, Lordan habla del poder que tienen las narrativas que creamos sobre nosotros y cómo éstas condicionan los pasos que damos en nuestra carrera y en la vida. Eso era lo que me había pasado a mí. Durante años había creado algunas historias sobre mí misma a las que terminé dándoles mucho poder. Demasiado. Tanto como para condicionar muchas de mis decisiones.
En estos últimos meses me puse a revisar aquellas cosas que yo decía de mí misma y que no eran ciertas.
(Spoiler alert: el temor a aplicar a la para beca era solo una de ellas)
“No soy periodista de datos porque no programo”. Esta narrativa sobre mi trabajo hizo que en algunos momentos de mi carrera me “forzara” a intentar estudiar programación “porque nunca iba a ser tan buena como el resto de mis colegas que sí programaban”. Hasta que un día tuve una llamada con un amigo (F, sé que estás leyendo esto: GRACIAS 🩷) que me dijo algo así como: “Romi, pero vos tenés otras habilidades que son muy difíciles de encontrar.¿Por qué querés estudiar programación?”
A veces nuestras narrativas negativas no son tan visibles y fáciles de identificar. Están escondidas en prácticas habituales que son difíciles de desarmar y, para detectarlas, tenemos que empezar a conectar fragmentos de distintas situaciones.
Para explicar mi punto, les propongo el siguiente ejercicio:
Agarren el último CV que hayan armado. Léanlo detenidamente. ¿Lo que leen cuenta quiénes son y qué hacen o hicieron de la manera más PODEROSA posible?
¿Al leerlo dijeron “Wow!”?
Creo que solo un puñado de personas respondería SÍ con total seguridad. La respuesta en mi caso y durante mucho tiempo fue NO. Usaba tímidamente los verbos de liderazgo (como pidiendo permiso) y siempre, pero siempre me era más fácil ayudar a otros a cambiar su propio CV que darle una vuelta al mío. Porque es obvio que es más sencillo dar consejos que aplicarlos a uno mismo. En eso tengo un doctorado y con la nota más alta.
¿Cuál fue la consecuencia de esto? Muchas veces terminé aplicando a posiciones muy por debajo de mi experiencia de carrera.
***
Reflexionar sobre las narrativas negativas es solo una cara de la moneda. Creo que también es un buen ejercicio preguntarse qué hacemos para ayudar a construir narrativas positivas en quienes nos rodean.
Durante algunos años en Argentina di clases en la universidad. Recuerdo que lo hacía tratando de ser esa profesora que a mí me hubiera gustado tener: no solo alguien que me enseñara algo, sino una persona que me ayudara en mi camino profesional o que quedara como un “satélite” en mi vida. Alguien a quien pudiera recurrir en algún momento por si estaba trabada, cuando necesitara un consejo o simplemente algún “empujón” para animarme a hacer algo.
Con un puñado de mis ex estudiantes sigo en contacto. Cada tanto les escribo para ver cómo están. Sigo sus carreras y me alegro mucho por sus logros. Nos mandamos mensajes con delay de semanas, pero nos funciona. Un poco siento esa responsabilidad de ayudar a que mantengan sus narrativas positivas sobre sí mismos a pesar de los obstáculos a los que estoy segura se enfrentarán.
“El poder de nuestras propias narrativas para moldear nuestras acciones e inacciones es tremendo (...) Las narrativas atraviesan todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo nuestra capacidad para pensar en grande…”, dice Lordan.
¿Alguna vez pensaste en aquello que te decís cuando tomás una ducha o cuando simplemente caminás en la calle? Hoy quizá es un buen primer día para eso.
Gracias Romi por compartir esto con nosotros. Que bendito problema el que tenemos de subestimarnos, es como que si nunca nos creyéramos capaces de lograr algo cuando en realidad ya lo hicimos... Tenemos una tarea muy larga por hacer y está en nuestras manos enfocarnos en esas narrativas positivas que siempre ayudamos a los demás a tener sobre sí mismos ❤️🩹
Este post llega en un momento interesante, como ya saben ambas, yo pensando en finalmente poner en marcha el plan para un cambio de rol, camino, título de trabajo (si se quiere) gracias Romi … te veo pronto!