La incertidumbre a veces toma forma de muchas charlas de café
No recuerdo exactamente qué día fue, pero sí la escena completa. Era una sesión más de terapia. Como pasaba habitualmente, llegué sobre la hora. Llamé a la puerta de su consultorio y subí. Recuerdo que las dos estábamos sentadas cruzadas de piernas, con un poco de distancia pero mirándonos a la cara.
Nuestras dinámicas eran siempre las mismas. Yo hablaba bastante y ella cada tanto intervenía con algo que en ese momento pasaba por alto pero luego volvía a mi cabeza. Ese día no fue distinto. Me estaba costando tomar una decisión. El escenario futuro era incierto y me movía con mis pensamientos de un lado a otro. Me miró y me dijo: ”Es que vos no querés perder nada Romina. Y eso no existe”.
En esa sesión puse en palabras cómo vivía la incertidumbre.
Déjenme decirles algo: la incertidumbre tiene mala fama. A veces le damos mucha importancia a los finales de camino y perdemos de vista los pasos que dimos. Es como si todo tuviera que resolverse ya, ahora, al instante.
Nos enseñaron que la incertidumbre no es buena compañera y que hay que escapar de ella de como sea. ¿Por qué? Porque requiere de paciencia. Eso que cuando somos grandes resulta cada vez más difícil de encontrar.
Nadie quiere estar en los grises nunca, pero tampoco nadie te cuenta todo lo que se aprende cuando se los transita.
Durante los últimos días hablé con decenas de amigos que están atravesando momentos de incertidumbre. Algunos están buscando trabajo desde hace meses, o decidiendo si se separan luego de años de estar en pareja. Otros se mudaron de continente y recién se están acomodando en su nuevo hogar.
Todos ellos tienen momentos de alegría, de angustia y de sensaciones encontradas. Eso que llaman días buenos y días de mierda. Con todos ellos hablamos largo y tendido de sus procesos.
Quienes buscan trabajo, luego de un par de aplicaciones, arman cartas de presentación que leo y pienso: “Wow! No sé cómo podría mejorarla. Luce increíble”. Los que están por separarse tienen charlas de una honestidad tal que no veo en el 90% de las parejas. Y aquellos que se mudaron ven que lo que antes eran prioridades, ahora no lo son tanto y de a poco están aprendiendo a disfrutar más de su día a día, tratando de ir paso a paso y adaptándose como familia.
En todos los casos hay muchos aprendizajes, reflexiones y “pensar las cosas de otra manera”. Y resulta difícil ver esto cuando se está en el proceso.
Los veo rodearse de gente que los apoya, que los escucha y que solo tienen palabras de aliento. Personas que les dicen que todo va a estar bien y que disfruten del momento de “pausa”.
Como diría la juventud (no puedo creer que acabo de escribir esto): “Todo lo que está bien”.
Cuando me tomé mi sabático en un par de conversaciones salieron los famosos “¿Pero cuál es tu plan?” “¿Qué vas a hacer?” “¿Cuánto tiempo te vas a tomar?”
Frente a la mirada ajena parecía que yo tenía que tener todo resuelto. No podía haber espacio para las dudas. Todo muy Disney.
A medida que pasan los años, buscamos andar siempre por tierra firme. Cuando somos jóvenes y navegamos en terrenos inciertos pensamos en “lo que ganamos”. O dicho de otra manera: a los 20 cuando se te ocurre algo, le das para adelante de una y siempre pensás que todo va salir bien (y si no sale bien, sabés que por lo menos lo intentaste). La variable “miedo” casi ni aparece. Jamás pensamos: “Mejor hago X porque la otra opción implica perder X cosa”.
Creo que la experiencia, los golpes y las cosas que no salieron tan bien nos van llevando a ser más precavidos y a evitar la incertidumbre a toda costa. Es como si de repente cada decisión adulta estuviera mediada por la que podemos perder, por los miedos y no por lo que ganaríamos. Eso que me dijo mi terapeuta en ese momento: “Es que vos no querés perder nada”.
El peso de las variables se invierte cuando nos ponemos grandes y los grises comienzan a no gustarle a nadie.
A mí la incertidumbre me hizo perder el miedo a la incertidumbre. Me di cuenta de que muchas veces sobredimensioné el “vacío” de las pausas. Entendí, como leí por ahí, que seis meses no son nada en la vida de una persona. Y en mi caso, que de 6 pasé a un año, tampoco. ¿Saben que gané? Ser más inteligente en mis elecciones, sentir que volvía a elegir de nuevo sin seguir el flow en el que ya estaba metida. Estoy completamente segura de que jamás hubiera descubierto tantas cosas sobre mí misma de no haber parado.
Eso que llaman incertidumbre, al final del día, solo tiene mala fama.
¡Hasta el próximo jueves!
Siempre digo lo mismo, como nos hacen pensar. Creo que la incertidumbre también está mal vista, porque se trata de algo que no podemos controlar, que no manejamos 100%. Coincido que tenemos que permitirnos sentir esto, sin que nos dañe o nos entristezca. Aprender que es normal y nos pasa a todos en algunos momentos de nuestras vidas.
No puedo estar más de acuerdo con "resulta difícil ver esto cuando se está en el proceso"
Que lindo haber leído esto, sobre todo después de pasar por momentos de tanta incertidumbre